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La infidelidad... a uno mismo

  • Foto del escritor: espiritugaspar
    espiritugaspar
  • 13 feb 2015
  • 3 Min. de lectura

Me gustaría comenzar esta reflexión contando la típica historia moderna: Una persona, hombre o mujer, ha dedicado su vida a un trabajo de oficina que poco o nada llena sus expectativas pues no lo acerca ni siquiera a divisar sus verdaderas metas. Tanto así que ya olvidó a dónde se dirigía. En contraste, tengo un amigo que me contó un sueño que le cambió la vida. Despertó a mitad de la noche recordando que había tenido una conversación con una mujer quien le decía que tenía que irse a Perú a vivir. Para un neoyorquino bien asentado en algo muy parecido a lo que describí arriba esto sonaría bastante loco, sin embargo él siguió su sueño.


La infidelidad a uno mismo puede tomar múltiples manifestaciones. Quizá nos sentimos obligados por nuestros padres a estudiar carreras “formales” en lugar de artes, por ejemplo. O simplemente aceptamos que otros decidan qué es lo mejor para nuestro día dejándonos llevar a lugares que sabemos nos incomodan. Como ir a almorzar a un establecimiento de comida rápida cuando uno está en los primero días de una dieta. Podemos también mentir sobre nuestros gustos y alienarnos sólo para ser aceptados, cumpliendo la clásica frase de “vender el alma al diablo” o más aún “prostituir nuestra alma”. A lo que se refieren estas frases es a cuando ignoramos los deseos de nuestro propio corazón por la ilusa idea de que algo allá afuera nos hará felices, llenándonos por fin. Es por esto que la tentación está por todos lados. El consumismo, las ofertas facilistas y la mediocridad nos seducen para que dejemos la lucha en busca de lo que nuestro corazón sabe. Muchas veces, sobre todo por falta de experiencia o por ingenuidad, uno decide traicionarse, sabotearse, serse infiel. Y no es nada extraño hacernos las víctimas y decir “es que me la ponen difícil”, cuando en realidad es uno mismo el que no tiene un compromiso verdaderamente afianzado con su voz interior más sabia.


La infidelidad a los propios compromisos parece derivar en distintas crisis psicológicas, ya sea depresión o incluso angustia, a la sensación de falta de identidad y de vacío. Sin dejar de lado las infidelidades de pareja, que al fin y al cabo son una mera proyección de nuestro interior: nuestro destino no es una casualidad. La traición de un amigo, la desconsideración del esfuerzo en el trabajo, la desconfianza en las propias capacidades, no es sino un espejo de nuestra relación con nuestros propios sueños.


Entonces, ¿quién se atreve a confiar, apostar, respetar, seguir sus propios sueños?, en principio ¿Quién se escucha, conoce, investiga y atiende a sí mismo? ¿Quién se hace cargo de vivir la vida que quiere comprometido con sus propios valores? Y esto va más allá del individualismo y del nihilismo, del YOLO y de los extremismos. En realidad comprometerse con uno mismo es mostrar un respeto tal ante la vida que lo único que nos queda es honrarla siguiendo algo más grande y misterioso que las convenciones establecidas por la sociedad y por el ego. Definitivamente lo fácil y lo conocido será el terreno más seguro, pero no nos mintamos más, pues seguridad excluye intensidad y por tanto vida. Seguir nuestros sueños se puede hacer sólo desde la confianza en que su resultado será el mejor. Aquí el corazón se va quitando la venda y la mordaza, comienza a VER lo que es necesario hacer para que los sueños se materialicen. Con empeño nada es imposible. El corazón se va dando cuenta de que será Escuchado. Nos volvemos nuestra mejor compañía. Nuestra soledad adquiere un giro cálido, la felicidad es vivida y no más añorada. Paso a paso la satisfacción se siente y la frustración es un evidente recordatorio de la perseverancia. Seguir nuestros sueños nos devuelve una mirada de niños, ojos con los cuales sabemos que todo es posible y que el misterio es una aventura apasionante. Seguir nuestros sueños nos hace adultos sabios y creativos, permitiéndonos desplegar nuestro ingenio y nuestra responsabilidad para alcanzar cualquier fruto. Vivir la vida que nadie más va a vivir por nosotros engrandece nuestras manos con las cuales construimos obras que en definitiva serán compartidas con los demás, por lo cual nuestra alegría integrará y alimentará la alegría alrededor. Hoy por hoy, ser fiel a uno mismo es la única tarea. La más importante en un mundo sin identidad. El lazo con el Ser se vuelve un tesoro precioso que a cada paso reparte brillo.


Max Eduardo Monge

Logoterapeuta y Analista Existencial

Consultas: 989783863

Mail: maxmonge@live.com


Imagen original: https://www.flickr.com/photos/quiiquee/3681463019/

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